Con los ojos cerrados, acaricias la tela. Es rugosa, notas su textura contra tu piel. Llevas varias horas repitiendo el mismo movimiento, pero aún reaccionas ante el contacto frío de los lugares que no habías tocado. Y ocurre exactamente igual con tu rostro y tus mejillas. El cristal está caliente en su mayoría, pero aún quedan zonas fuera de la estela que perfila tus sienes que te dejan sentir los pocos grados que hay fuera. Y es que, vaya frío está haciendo este invierno.
Idalia
27 enero 2015
18 enero 2015
Hay mil lugares en que buscar.
Puedes mirar bajo la cama.
Puedes mirar en el armario.
Puedes mirar tras las cortinas.
Pero ahí no lo vas a encontrar.
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